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Los 4 Angeles que retienen los vientos:
 

Vi que los cuatro ángeles iban a retener los vientos mientras no estuviese hecha la obra de Jesús en el santuario, y que entonces caerían las siete postreras plagas. Estas enfurecieron a los malvados contra los justos, pues los primeros pensaron que habíamos atraído los juicios de Dios sobre ellos, y que si podían raernos de la tierra las plagas se detendrían. Se promulgó un decreto para matar a los santos, lo cual los hizo clamar día y noche por su libramiento. Este fué el tiempo de la angustia de Jacob. Entonces todos los santos clamaron en angustia de ánimo y fueron libertados por la voz de Dios. Los 144.000 triunfaron. Sus rostros quedaron iluminados por la gloria de Dios. Entonces se me mostró una hueste que aullaba de agonía. Sobre sus vestiduras estaba escrito en grandes caracteres: “Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto.” Pregunté acerca de quiénes formaban esta hueste. El ángel me dijo: “Estos son los que una vez guardaron el sábado y lo abandonaron.” Los oí clamar en alta voz: “Creímos en tu venida, y la proclamamos con energía.” Y mientras hablaban, sus miradas caían sobre sus vestiduras, veían lo escrito y prorrumpían en llanto. Vi que habían bebido de las aguas profundas, y hollado el residuo con los pies—pisoteado el sábado—y que por esto habían sido pesados en la balanza y hallados faltos.(PE 36.2)

 

Vi cuatro ángeles que habían de hacer una labor en la tierra y andaban en vías de realizarla. Jesús vestía ropas sacerdotales. Miró compasivamente al pueblo remanente, y alzando las manos exclamó con voz de profunda compasión: “¡Mi sangre, Padre, mi sangre, mi sangre, mi sangre!” Entonces vi que de Dios, sentado en el gran trono blanco, salía una luz en extremo refulgente que derramaba sus rayos en derredor de Jesús. Después vi un ángel comisionado por Jesús para ir rápidamente a los cuatro ángeles que tenían determinada labor que cumplir en la tierra, y agitando de arriba abajo algo que llevaba en la mano, clamó en alta voz: “¡Retened! ¡Retened! ¡Retened! ¡Retened! hasta que los siervos de Dios estén sellados en la frente.” PE 37.3

 

Pregunté a mi ángel acompañante qué significaba lo que oía y qué iban a hacer los cuatro ángeles. Me respondió que Dios era quien refrenaba las potestades y que encargaba a sus ángeles de todo lo relativo a la tierra; que los cuatro ángeles tenían poder de Dios para retener los cuatro vientos, y que estaban ya a punto de soltarlos, pero mientras aflojaban las manos y cuando los cuatro vientos iban a soplar, los misericordiosos ojos de Jesús vieron al pueblo remanente todavía sin sellar, y alzando las manos hacia su Padre intercedió con él, recordándole que había derramado su sangre por ellos. En consecuencia se le mandó a otro ángel que fuera velozmente a decir a los cuatro que retuvieran los vientos hasta que los siervos de Dios fuesen sellados en la frente con el sello de Dios. 38.1

¡Oh! vivamos enteramente para el Señor, y demostremos por nuestra ordenada conducta y pía conversación que hemos estado con Jesús y somos sus humildes discípulos. Debemos trabajar mientras dure el día, porque cuando llegue la tenebrosa noche de tribulaciones y angustias, será demasiado tarde para trabajar por Dios. Jesús está en su santo templo y ahora aceptará nuestros sacrificios, nuestras oraciones y la confesión de nuestras faltas y pecados, y perdonará todas las transgresiones de Israel, a fin de que queden borradas antes de salir él del santuario. Entonces los santos y justos seguirán siendo santos y justos, porque todos sus pecados habrán quedado borrados, y ellos recibirán el sello del Dios vivo; pero quienes sean injustos e impuros, seguirán siendo también injustos e impuros, porque ya no habrá en el santuario sacerdote que ofrezca ante el trono del Padre las oraciones, sacrificios y confesiones de ellos. Por lo tanto, lo que deba hacerse para salvar almas de la inminente tormenta de ira, ha de ser hecho antes de que Jesús salga del lugar santísimo del santuario celestial.47.3

Amados hermanos y hermanas, dejemos que los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesús estén siempre presentes en nuestros pensamientos y que ahuyenten las preocupaciones mundanales. Sean ellos nuestra meditación cuando nos acostamos y cuando nos levantamos. Vivamos y actuemos teniendo plenamente en cuenta la venida del Hijo del hombre. El tiempo del sellamiento es muy corto, y pronto terminará. Ahora, mientras los cuatro ángeles están reteniendo los cuatro vientos, es el momento en que debemos asegurar nuestra vocación y elección.58.2

La Iglesia es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres. Fué organizada para servir, y su misión es la de anunciar el Evangelio al mundo. Desde el principio fué el plan de Dios que su iglesia reflejase al mundo su plenitud y suficiencia. Los miembros de la iglesia, los que han sido llamados de las tinieblas a su luz admirable, han de revelar su gloria. La iglesia es la depositaria de las riquezas de la gracia de Cristo; y mediante la iglesia se manifestará con el tiempo, aun a “los principados y potestades en los cielos” (Efesios 3:10), el despliegue final y pleno del amor de Dios.(Hap9.1)

Muchas y maravillosas son las promesas registradas en las Escrituras en cuanto a la iglesia. “Mi casa, casa de oración será llamada de todos los pueblos.” Isaías 56:7. “Y daré a ellas, y a los alrededores de mi collado, bendición; y haré descender la lluvia en su tiempo, lluvias de bendición serán.... Y despertaréles una planta por nombre, y no más serán consumidos de hambre en la tierra, ni serán más avergonzados de las gentes. Y sabrán que yo su Dios Jehová soy con ellos, y ellos son mi pueblo, la casa de Israel, dice el Señor Jehová.” Ezequiel 34:26, 29-31.(HA9.2)

La iglesia es la fortaleza de Dios, su ciudad de refugio, que él sostiene en un mundo en rebelión. Cualquier traición a la iglesia es traición hecha a Aquel que ha comprado a la humanidad con la sangre de su Hijo unigénito. Desde el principio, las almas fieles han constituído la iglesia en la tierra. En todo tiempo el Señor ha tenido sus atalayas, que han dado un testimonio fiel a la generación en la cual vivieron. Estos centinelas daban el mensaje de amonestación; y cuando eran llamados a deponer su armadura, otros continuaban la labor. Dios ligó consigo a estos testigos mediante un pacto, uniendo a la iglesia de la tierra con la iglesia del cielo. El ha enviado a sus ángeles para ministrar a su iglesia, y las puertas del infierno no han podido prevalecer contra su pueblo. (HA 10.3)

A través de los siglos de persecución, lucha y tinieblas, Dios ha sostenido a su iglesia. Ni una nube ha caído sobre ella sin que él hubiese hecho provisión; ni una fuerza opositora se ha levantado para contrarrestar su obra, sin que él lo hubiese previsto. Todo ha sucedido como él lo predijo. El no ha dejado abandonada a su iglesia, sino que ha señalado en las declaraciones proféticas lo que ocurriría, y se ha producido aquello que su Espíritu inspiró a los profetas a predecir. Todos sus propósitos se cumplirán. Su ley está ligada a su trono, y ningún poder del maligno puede destruirla. La verdad está inspirada y guardada por Dios; y triunfará contra toda oposición.HA10.4

Durante los siglos de tinieblas espirituales, la iglesia de Dios ha sido como una ciudad asentada en un monte. De siglo en siglo, a través de las generaciones sucesivas, las doctrinas puras del cielo se han desarrollado dentro de ella. Por débil e imperfecta que parezca, la iglesia es el objeto al cual Dios dedica en un sentido especial su suprema consideración. Es el escenario de su gracia, en el cual se deleita en revelar su poder para transformar los corazones.HA11.1

¿A qué hemos de comparar el reino de Dios?—preguntó Cristo,—¿o con qué semejanza lo representaremos?” Marcos 4:30 (VM). El no podía emplear los reinos del mundo como símil. No podía hallar en la sociedad nada con que compararlo. Los reinos terrenales son regidos por el ascendiente del poder físico; pero del reino de Cristo está excluída toda arma carnal, todo instrumento de coerción. Este reino está destinado a elevar y ennoblecer a la humanidad. La iglesia de Dios es el palacio de la vida santa, lleno de variados dones, y dotado del Espíritu Santo. Los miembros han de hallar su felicidad en la felicidad de aquellos a quienes ayudan y benefician. Ha11.2

Desde el principio Dios ha obrado por medio de su pueblo para proporcionar bendición al mundo. Para la antigua nación egipcia Dios hizo de José una fuente de vida. Mediante la integridad de José fué preservada la vida de todo ese pueblo. Mediante Daniel Dios salvó la vida de todos los sabios de Babilonia. Y esas liberaciones son lecciones objetivas; ilustran las bendiciones espirituales ofrecidas al mundo mediante la relación con el Dios a quien José y Daniel adoraban. Todo aquel en cuyo corazón habite Cristo, todo aquel que quiera revelar su amor al mundo, es colaborador con Dios para la bendición de la humanidad. Cuando recibe gracia del Salvador para impartir a otros, de todo su ser fluye la marea de vida espiritual. HA12.1

Pero el pueblo de Israel perdió de vista sus grandes privilegios como representante de Dios. Olvidaron a Dios, y dejaron de cumplir su santa misión. Las bendiciones que recibieron no proporcionaron bendición al mundo. Se apropiaron ellos de todas sus ventajas para su propia glorificación. Se aislaron del mundo a fin de rehuir la tentación. Las restricciones que Dios había impuesto a su asociación con los idólatras para impedir que se conformasen a las prácticas de los paganos, las usaban para edificar una muralla de separación entre ellos y todas las demás naciones. Privaron a Dios del servicio que requería de ellos, y privaron a sus semejantes de dirección religiosa y de un ejemplo santo.Ha13.1

Los jefes judíos se consideraban a sí mismos demasiado sabios para necesitar instrucción, demasiado justos para necesitar salvación, demasiado altamente honrados para necesitar el honor que proviene de Cristo. El Salvador se apartó de ellos para confiar a otros los privilegios que ellos habían profanado y la obra que habían descuidado. La gloria de Dios debe ser revelada, su palabra afirmada. El reino de Cristo debe establecerse en el mundo. La salvación de Dios debe darse a conocer en las ciudades del desierto; y los discípulos fueron llamados para realizar la obra que los jefes judíos no habían hecho.Hap 14.1 

Para continuar su obra, Cristo no escogió la erudición o la elocuencia del Sanedrín judío o el poder de Roma. Pasando por alto a los maestros judíos que se consideraban justos, el Artífice Maestro escogió a hombres humildes y sin letras para proclamar las verdades que habían de llevarse al mundo. A esos hombres se propuso prepararlos y educarlos como directores de su iglesia. Ellos a su vez habían de educar a otros, y enviarlos con el mensaje evangélico. Para que pudieran tener éxito en su trabajo, iban a ser dotados con el poder del Espíritu Santo. El Evangelio no había de ser proclamado por el poder ni la sabiduría de los hombres, sino por el poder de Dios.HA 15.1

Al ordenar a los doce, se dió el primer paso en la organización de la iglesia que después de la partida de Cristo habría de continuar su obra en la tierra. Respecto a esta ordenación, el relato dice: “Y subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar.” Marcos 3:13, 14.(HA16.1) Como representantes de Cristo, los apóstoles iban a hacer una impresión definida en el mundo. El hecho de que eran hombres humildes no disminuiría su influencia, sino que la acrecentaría; porque las mentes de sus oyentes se dirigirían de ellos al Salvador, que, aunque invisible, seguía obrando todavía con ellos. La maravillosa enseñanza de los apóstoles, sus palabras de valor y confianza, darían a todos la seguridad de que no obraban ellos por su propio poder, sino por el poder de Cristo. Al humillarse a sí mismos, declararían que Aquel a quien los judíos habían crucificado era el Príncipe de la vida, el Hijo del Dios vivo, y que en su nombre hacían las obras que él había hecho.HA19.2

Antes de ascender al cielo, Cristo dió a los discípulos su comisión. Les dijo que debían ser los ejecutores del testamento por el cual él legaba al mundo los tesoros de la vida eterna. Vosotros habéis sido testigos de mi vida de sacrificio en favor del mundo, les dijo. Habéis visto mis labores por Israel. Y aunque mi pueblo no quiso acudir a mí para poder tener vida, a pesar de que los sacerdotes y gobernantes han hecho conmigo lo que querían, aunque me han rechazado, tendrán todavía otra oportunidad de aceptar al Hijo de Dios. Habéis visto que recibo libremente a todos los que acuden a mí confesando sus pecados. Al que a mí viene no lo echaré fuera de ninguna manera. Os encomiendo a vosotros, mis discípulos, este mensaje de misericordia. Ha de darse tanto a los judíos como a los gentiles,—primero a Israel y entonces a todas las naciones, lenguas y pueblos. Todos los que crean integrarán una iglesia.Ha22.3

 

 

¿QUIEN ES LA IGLESIA?

"Dios posee una iglesia. No es una gran catedral, ni la iglesia oficial establecida, ni las diversas denominaciones; sino el pueblo que ama a Dios y guarda sus mandamientos. "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." (Mateo 18:20). Aunque Cristo esté aún entre unos pocos humildes, ésta es su iglesia, pues sólo la presencia del alto y sublime que habita la eternidad puede constituir una iglesia."  Matutina Alza Tus Ojos, pág. 313

La iglesia es propiedad de Dios, y el Señor la recuerda constantemente mientras está en el mundo, sujeta a las tentaciones de Satanás. Cristo nunca ha olvidado los días de su condescendencia. Al abandonar el escenario de su humillación, Jesús no perdió nada de su humanidad. Conserva el mismo amor tierno y piadoso, y siempre lo conmueve la angustia humana. Siempre tiene en cuenta que él fue un Varón de dolores, experimentado en quebrantos. No olvida a su pueblo que lo representa, que está luchando para exaltar su ley pisoteada. Sabe que el mundo que lo odió a él, odia también a su pueblo. Aun cuando Cristo Jesús ha pasado a los cielos, allí continúa siendo una cadena viviente que une a sus creyentes con su propio corazón de amor infinito. Los más humildes y débiles están unidos íntimamente a su corazón por una cadena de simpatía. Nunca olvida que él es nuestro representante, y que lleva nuestra naturaleza.

 

Jesús ve a su verdadera iglesia en la tierra, cuya mayor ambición consiste en cooperar con él en la grandiosa obra de salvar almas. Oye sus oraciones presentadas con contrición y poder, y la Omnipotencia no puede resistir sus ruegos por la salvación de cualquier miembro probado y tentado del cuerpo de Cristo. “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades; sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Jesús vive siempre para interceder por nosotros. Por medio de nuestro Redentor, ¿qué bendiciones no recibirá el verdadero creyente? La iglesia, que está por entrar en su más severo conflicto, será, para Dios, el objeto más querido en la tierra. La confederación del mal será impulsada por un poder de abajo, y Satanás arrojará todo vituperio posible sobre los escogidos, a quienes no puede engañar y alucinar con sus invenciones y falsedades satánicas. Pero exaltado “por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados”, Cristo, nuestro representante y nuestra cabeza, ¿cerrará su corazón, o retirará su mano, o dejará de cumplir su promesa? No; nunca, nunca.

Dios tiene una iglesia, un pueblo escogido; y si todos pudieran ver como yo he visto cuán estrechamente se identifica Cristo con su iglesia, no se oiría un mensaje tal como el que acusa a la iglesia de ser Babilonia. Dios tiene un pueblo cuyos miembros colaboran con él, que ha avanzado teniendo la gloria del Señor en vista. Escuchad la oración de nuestro representante en el cielo: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado”. ¡Oh, cómo anhelaba la divina Cabeza tener a su iglesia consigo! Sus hijos tuvieron comunión con él en sus sufrimientos y su humillación, y es su mayor gozo tenerlos consigo para que sean participantes de su gloria. Cristo reclama el privilegio de tener a su iglesia consigo. “Aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo”. El tenerlos consigo está en armonía con la promesa del pacto, y el acuerdo hecho con su Padre. Presenta reverentemente ante el propiciatorio su completa redención en favor de su pueblo. El arco de la promesa circunda a nuestro Sustituto y Garante mientras se derrama su petición de amor: “Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado”. Contemplaremos al Rey en su hermosura, y la iglesia será glorificada.

 

A semejanza de David, podemos orar ahora: “Tiempo es de actuar, oh Jehová, porque han invalidado tu ley”. Los hombres han avanzado en la desobediencia a la ley de Dios, hasta alcanzar un punto de insolencia sin paralelo. Se están educando en la desobediencia, y se acercan rápidamente al límite de la tolerancia y del amor de Dios, y el Señor seguramente intervendrá. El reivindicará ciertamente su honor, y reprimirá la iniquidad prevaleciente. ¿Serán arrastrados los que guardan los mandamientos de Dios por la iniquidad que predomina? ¿Serán ellos tentados, porque se tenga a la ley de Dios en oprobio universal, a menospreciar esa ley que es el fundamento de su gobierno tanto en el cielo, como en la tierra? No. Para su iglesia su ley llega a ser más preciosa, santa y honorable, a medida que los hombres arrojen sobre ella escarnio y desprecio. Como David, pueden decir: “Han invalidado tu ley. Por eso he amado tus mandamientos más que el oro, y más que oro muy puro. Por eso estimé rectos todos tus mandamientos sobre todas las cosas, y aborrecí todo camino de mentira”.

 

La iglesia militante no es todavía la iglesia triunfante; pero Dios ama a su iglesia, y describe por medio del profeta cómo se opone y resiste a Satanás, que está vistiendo a los hijos de Dios con las ropas más negras y contaminadas, y está reclamando el privilegio de destruirlos. Los ángeles de Dios los protegen de los asaltos del enemigo. El profeta dice:

 

“Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová; y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle. Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás, Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda. ¿No es éste un tizón arrebatado del incendio? Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de sí, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala. Después dijo: Pongan mitra limpia sobre su cabeza. Y pusieron una mitra limpia sobre su cabeza, y le vistieron las ropas. Y el ángel de Jehová estaba en pie. Y el ángel de Jehová amonestó a Josué, diciendo: Así dice Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también guardarás mis atrios, y entre éstos que aquí están te daré lugar”.

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